Es una práctica que se está volviendo frecuente, en la que algunas personas residentes en barrios humildes o marginados, alquilan a sus hijos pequeños, preferiblemente con alguna discapacidad, para que otras personas los utilicen para pedir limosna en las vías públicas, en centros comerciales, en zonas residenciales y hasta en buses de transporte público.
"El niño que está sentado en la acera es un niño de alquiler..."